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jueves, 24 de mayo de 2007

La amenaza fantasma. ¿Y de lo mío qué?


Esta pregunta se ha convertido en un hábito, sobre todo a medida que nos acercamos a las elecciones. ¿Y de lo mío qué?, Es toda una institución, sobre todo para aquellos y aquellas que no saben hacer otra cosa. Los aspirantes a ocupar un puesto destacado y que sin embargo, no han pegado “un palo al agua”, y ahora van de despacho en despacho como los salvadores de no se qué. Porque en realidad ese tipo de personajes haberlos haylos, tienen un perfil más bien espeso, con la sonrisa en los labios y que en pocos minutos te enseñan el carné, porque... ¡De toda la vida, eh, lo que haga falta¡.

Lo cierto es que cuando uno se pone a investigar sobre la participación de la Juventud, en plural; porque ahora no hay solo una única e indisoluble Juventud: A los dieciséis años es Joven, pero un treintañero también lo es. Pero, cabe la pregunta: ¿Se creen los jóvenes lo de la política?. ¿Hasta que punto les preocupa y participan en acciones relacionadas con la política en este País?. ¡Porque esto es serio¡. No es la Guerra de las Galaxias, que sabemos quien es el “bueno” y donde están los “malos”, el “Senador Palpatine” frente a los “Jedis”, “Obi-Wan Kenobi” con su maestro “Yoda” a la cabeza. En la película, los jóvenes están en la organización y son protagonistas. ¿Se han preguntado si en nuestras organizaciones políticas, de un signo o de otro, eso mismo también ocurre?, pues el protagonismo de los jóvnes queda relegado en última instancia a los "restos".
Algunos datos
El Injuve (Ministerio de Trabajo) señalan en un sondeo de opinión a gente joven, en la segunda encuesta de 2005, que el 45,9 % de los jóvenes participan en acciones sociales y políticas relacionada con las manifestaciones, mientras que contactar o intentar hacerlo con un político o funcionario para expresarle sus opiniones tan solo lo hace el 5,2 % de esos mismos jóvenes; y en eso las mujeres son mas dispuestas. Y en este sentido, la comparecencia en los medios de comunicación de los jóvenes todavía es mas baja, el 3,4 % de total de los encuestados. En cuanto a la distribución ideológica destacamos aquellos que no saben y no contestan, puesto que han crecido respecto a los años anteriores, pasando de un 17% (1992) a 19 % (2004). ¡Miren¡. El interés que muestra la gente joven por la política (según los datos del Injuve) se sitúa en el 32 % (nada), 44 % (un poco), 20 % (bastante) y 2 % (mucho). Los varones van un poco por delante en interés. En suma, la política a los jóvenes, según los datos de las encuestas, no les interesa, se sitúa la primera en la cola, pues al 68% no le importa al igual que las cuestiones de la religión.
Curioso también es el hecho de que los jóvenes, según indica el informe del Injuve; a la hora de realizar “sacrificios o asumir riesgos importantes” éstos se refieren a la “lucha contra el hambre”, en primer lugar y la “revolución” en el último lugar.

1 comentario:

  1. ¡Mamá, quiero ser director general!
    Éste podría ser el deseo de un niño ante su futuro profesional, pero también puede ser el deseo del militante de base en un partido político, la cuestión que se plantea será como poder conseguirlo.
    Como militante de base y después de acudir a diversos actos en el partido, poco a poco va conociendo cual es la forma de trabajar y se da cuenta que existen varias corrientes de poder; corrientes que discrepan unas de otras comandadas cada una de ellas por un personajillo que es el que imparte “doctrina”, perdón, directrices.
    Visto lo visto nuestro militante se adhiere a una de esas corrientes, lógicamente si no es tonto lo hará en la facción que domine el “aparato”, una vez allí conocerá a los demás individuos que forman los diversos anillos de poder existentes y que rodean a su personajillo; aquí y localizado sus fines deberá de ir ganándose la confianza desde los círculos más alejados hasta llegar al personajillo. ¿Cómo lo hará? , pues asistiendo a todos los actos que organice su facción, destacándose como muñidor de intrigas, cuantas más mejor, y demostrando fidelidad absoluta al personajillo, después de algún tiempo de asistir a conferencias, mesas redondas, firmar manifiestos etc. Así ya será conocido no solamente en el ambiente del personajillo, sino también se hará notar dentro de la organización partidista, asistiendo y convocando actos, ruedas de prensa, presentaciones de libros, apariciones con prensa gráfica en alguna manifestación o acto de protesta con vecinos cabreados etc.
    Una vez conocido tendrá que convencer a su jefecillo y al resto del aparato de su buen hacer, de su gran disponibilidad y de la fidelidad a ultranza al “aparato” a la organización y al jefe supremo. Solamente le hace falta esperar a que lleguen las elecciones, con una trayectoria tal como la lleva nuestro militante, está claro que poco a poco habrá subido dentro del “aparato” del partido. Tendrá posiblemente hasta despacho en el cuartel general, trabajando denodadamente como lo ha hecho en el momento de las elecciones, bregará por quien su “personajillo” ordene y realizará fielmente sus órdenes, de manera que lo veremos en apariciones electorales, siempre en segunda fila; eso sí, de los alcaldables o de los posibles diputados o conselleres.
    Si las cosas van bien, es decir se ganan las elecciones, nuestro militante deberá de realizar las acciones pertinentes ante su “jefecillo” natural y ante el aparato del partido demostrando que gracias a su eficacia y perseverancia hemos llegado a donde estamos. La pregunta no puede ser mas obvia. ¿Y de lo mío, que?.
    Ante el currículo exhibido por el militante es casi seguro que ya habrá cumplido su sueño que acariciaba desde niño: ¡Mamá por fin ya soy Director General¡.
    Esta fábula es posible que no sea tan fábula y alguien la pueda considerar fabulosa, pero puede dar una idea de cómo se organiza la politica en nuestra comunidad.
    Esta forma de actuar no es nueva, proviene ya del tiempo de los romanos. Es los que los sociólogos denominan como CLIENTELISMO y PATRONAZGO. Por lo tanto, seria perentorio eliminar ésta clase de comportamientos dentro de los partidos políticos y optar por otras formas de organización mucho más acordes con los tiempos que corren.
    03/06/2007
    Como dice Javier Romero en su publicación “Clientelismo, patronazgo y justicia electoral en México. Una lectura institucionalista”:
    El clientelismo es, un tipo de intermediación política, establecida por el intercambio de favores, dádivas o trato privilegiado a cambio de aquiescencia y apoyo político. El clientelismo es una forma política ampliamente difundida en el mundo y existe hoy en día, en la mayoría de las democracias avanzadas, aun cuando es generalmente percibido como una forma arcaica, ineficiente y corrompida de relación entre el Estado y la sociedad.
    El clientelismo tiene un hermano cercano: el patronazgo, que se caracteriza por el reparto de empelo público entre los leales. En cualquier caso, se trata de manifestaciones que implican relaciones de lealtad o dominación de carácter personal, por lo general contienen una apropiación privada de bienes públicos y se contraponen a la autoridad abstracta, impersonal, legal, racional y liberal de lo que se considera el Estado moderno.
    Mientras el patronazgo existe en sociedades con inclusión política limitada, el clientelismo es un fenómeno característico de la política plenamente movilizada, en la cual la distribución de empleos en la administración pública no es suficiente para asegurar ventajas significativas a quienes están en el poder. Sin duda, la expansión de la administración pública, llevó a que existiera bastante empleo público para repartir entre redes de lealtad, incluso en sociedades con amplia movilización política.
    El clientelismo es una forma autoritaria de intermediación política, de ahí que sea visto con malos ojos, pues se le considera un fenómeno que no corresponde a los presupuestos básicos de la democracia liberal, donde se supone que los partidos representan intereses y demandas de individuos que coinciden libremente con un programa orientado en términos generales por el bien social colectivo, entendido éste a través de la visión de una ideología determinada, en un entorno dónde la administración pública es profesional y relativamente neutra en términos políticos, pues los criterios de selección personal se basan en el mérito y la evaluación del desempeño y no en la lealtad y la complicidad política.

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