La última novela que leí de Gabo fue Memoria de mis putas tristes y con esa
novela quiero comenzar mi pequeño homenaje a este ilustre caballero de la literatura
universal que nos ha dejado, Gabriel García Márquez, Premio Nobel de
Literatura.
En
unos de sus párrafos, decía hablando de la edad de su personaje, un anciano de
noventa años que decide regalarse una noche de amor: "Nunca he pensado en la edad como en una gotera en el techo que le
indica a uno la cantidad de vida que le va quedando. […] los senos recién nacidos
parecían todavía de niño varón pero se veían urgidos por una energía secreta a
punto de reventar. […] los labios intensos. Pensé: Un tierno toro de lidia. […] No
había cambiado de posición cuando apagué la luz, a la una de la madrugada, y su
respiración era tan tenue que le tomé el pulso para sentirla viva. La sangre
circulaba por sus venas con la fluidez de una canción que se ramifica hasta los
ámbitos más recónditos de su cuerpo y volvía al corazón purificada por el amor. "
Unas
descripciones que te sumergen en sus historias y te transportan a ese realismo
del maestro de la literatura donde confluyen la prosa y la poesía en sus
descripciones. A los que nos gusta escribir tenemos mucho que aprender de este maestro
universal de la literatura. Cuando se trata del amor en la novela citada anteriormente,
entre otras decía: "[...] porque el amor me
enseñó demasiado tarde que uno se arregla para alguien, se viste y se perfuma
para alguien, y yo nunca había tenido para quién."¿Cuántas veces tenemos
ese pensamiento?
Y
hablando de amor, decía Gabo en su novela Del Amor y otros demonios ya casi
al final: "[...] Él se paseó por su piel con la
yema de los dedos, sin tocarla apenas, y vivió por primera vez el prodigio de
sentirse en otro cuerpo... [...] se cantaban al oído, se revolcaban en cenagales
de deseo hasta el límite de sus fuerzas; exhaustos pero vírgenes." ¡Qué pinceladas
magistrales en las narraciones! Se le ponen a uno los pelos de punta y otras
cosas.
Decía
en su obra maestra, Cien años de soledad en los primeros capítulos: "[...] Somos tan pacíficos que ni siquiera nos
hemos muerto de muerte natural. [...]Don Apolinar Moscote se había puesto un
saco de dril, blanco como sus pantalones, sin perder en ningún momento la purea
de sus ademanes." Colombiano, maestro de maestros, Gabriel García Márquez, emplea un lenguaje rico, llano, del pueblo: "[...] peces
azucarados que dos veces al día salían de la casa ensartados en palo de balso."
Es
tanto lo que se podría escribir de él, que el mejor recuerdo es leer sus
novelas, sus historias y adentrarse en sus personajes a través de la apasionante
narración de quien nos ha dejado en cuerpo pero no en alma.
Descanse
en paz, maestro universal de la literatura.
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