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lunes, 6 de marzo de 2023

Caminar, síntoma de rebeldía contra el sistema

 



El otro día me fui a caminar, como casi todos los días, y más ahora que tengo más tiempo ya que desde el 29 de diciembre soy un jubilado más. A lo largo del paseo sin prisa, pero sin pausa tuve tiempo para pensar en el significado de la acción que estaba ejecutando, caminar. Este artículo va del significado y de la importancia de caminar. Como manifiesta David Le Breton (uno de los autores franceses contemporáneos más destacados en estudios antropológicos) en su libro Elogio del Caminar (2022): “Caminar es una apertura al mundo”. Mientras caminamos nos sumergimos en “una forma activa de meditación que requiere una sensibilidad plena”. A mí que me gusta caminar comparto totalmente sus ideas, por ejemplo, que al final del camino uno/a acaba transformándose, disfrutando del tiempo más que sometiéndose a las prisas y urgencias de los hechos que nos rodean.

Caminar, como explica Le Breton, “es a menudo un rodeo para el reencuentro con uno mismo”. Ciertamente, y citando a Leroi-Gourhan (1982) la “especie humana comienza por los pies”. Téngase en cuenta que apenas hemos cambiado desde el Neolítico. Tenemos el mismo cuerpo. Es más, afirmaba en los años cincuenta del siglo veinte Roland Barthes que caminar es “mitológicamente el gesto trivial y por lo tanto el más humano”.

En mi opinión, es apasionante entender el significado que ha jugado a lo largo de la historia este hecho tan trivial como es caminar y descubrir cómo ha influido en muchos filósofos: Sócrates, Rousseau, Nietzsche, Kant, por citar solo a algunos.  Sin ir más lejos, la prestigiosa clasicista británica Edith Hall en su maravilloso libro La senda de Aristóteles (2022), comienza hablando de la felicidad y del pensamiento de este filósofo. Tradicionalmente la escuela de pensamiento aristotélico se ha denominado “peripatética”, que significa “salgo a caminar, a dar un paseo”. Explica Edith en su libro que “igual que a Platón, su maestro, y que Sócrates, el maestro de Platón, a Aristóteles le gustaba reflexionar mientras andaba.”

Hay que caminar y pensar, como reconoce Luciano Concheiro (2016) “la identidad se confunde bajo el estigma de la turbotemporalidad, caminar es un síntoma de rebeldía contra el sistema”. Una rebeldía que matiza José Carlos Ruiz en Filosofía ante el desánimo (2021) para quien, “marchar en silencio es otra rebeldía, un acto en el cual el pensamiento se muestra sin constricciones”. Muestra Ruiz, que los filósofos de la escuela cínica fundada en la antigua Grecia durante la segunda mitad del siglo IV a.C. demostraban una especial predilección por ser errantes, sin convención social, sin camino concreto porque “lo esencial estaba en la acción, en el ejemplo…”. El ensayista Ramón del Castillo (2020), citado por Ruiz en el libro mencionado, cree ver un tipo de filosofía diferente en aquellos que son grandes andarines. Por ejemplo, para Nietzsche lo importante se produce durante el paseo, se piensa mejor al aire libre porque no hay influencia de los pensamientos de otros que puedan contaminar. Sin embargo, uno de los filósofos paseante más famoso fue Immanuel Kant, que lo hacía por las mismas calles a la misma hora y en solitario. Para Kant, la “rutina” era un elemento esencial en su vida. Uno de sus amigos, el alemán Schell, reconocía que el paseo relaja las tiranteces del cuerpo producidas por el trabajo. Seguro que están de acuerdo con esa afirmación.

El caso de Thoreau (1817) es también muy interesante. Según Ruiz (2021), este filósofo, “ha sabido construir sobre el hecho de pasear toda una filosofía de vida” y llegó a declararse insumiso, escribió un tratado sobre el arte de caminar y diseñó toda una filosofía económica donde el valor de la producción debería medirse no tanto por la ley de la oferta y la demanda sino por la cantidad de vida que uno tiene que dar mientras produce. Otro gran caminante.

Por último, al tratar el tema de caminar hay que hacer mención a las marchas multitudinarias, a las manifestaciones, concentraciones, tanto reivindicativas como festivas y lúdicas. Hace años la mejor manera de reivindicar los derechos laborales era salir juntos y manifestarse, Algunos hemos vivido esos acontecimientos de forma apasionada. Ahora, reconoce Ruiz, “las grandes marchas conjuntas han ido perdiendo vigencia e identidad”. Totalmente de acuerdo, pero eso es otra cosa de la que ya hablaremos en otra ocasión.

Es necesario cada día caminar solo o acompañado, en la ciudad o en el campo. Caminar porque, como decía Machado, “Caminante no hay camino se hace camino al andar”. Construimos nuestro camino y mientras tanto disfrutamos. Lo importante no es la meta sino el tiempo que se invierte en el camino hasta llegar al destino. Observar lo que sucede, oler, sentir y saborear mientras se camina. Caminar es un acto de rebeldía contra el sistema y el apoltronamiento.

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