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sábado, 5 de agosto de 2017

Hay que hablar de la aporofobia


Hay que poner nombre a las cosas o llamar a las cosas por su nombre, lo contrario es la inexistencia, el olvido; lo que no se ve, no existe. Por ejemplo, no se habla de la aporofobia que es, según el Diccionario de la lengua española: “odio, repugnancia u hostilidad ante el pobre, el sin recursos, el desamparado”. Como indica Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía, en su último libro, Aporofobía, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia: “resulta urgente poner nombre al rechazo al pobre, al desamparado, porque esa actitud tiene una fuerza en la vida social que es aún mayor precisamente porque actúa desde el anonimato”.
Nuestro mundo está lleno de fobias: xenofobia, critianofobia, islamofobia, homofobia, filofobia (miedo al amor), etc.  Las fobias son una realidad social presente y dolorosa. El problema no es la raza, etnia o la extranjería. Según Cortina, el problema es la pobreza, es el pobre que molesta. Como diría Eduardo Galeano, son “los nadie”. En esta misma línea, Zygmunt Bauman, reconocido catedrático de Sociología y premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2010), en su ensayo Vidas desperdiciadas, utiliza la expresión: ‘residuos humanos’.
Señala Cortina que el rechazo y el miedo al pobre no hace más que degradar “a quien lo práctica y es un atentado cotidiano contra la dignidad de personas concretas, con nombres y apellidos”. De hecho, esta práctica se relaciona con el “discurso del odio”. En palabras de Cortina, y contra este discurso del odio, propone que “quien respeta a otros difícilmente pronunciará discursos intolerantes que pueda dañarles”.

Según la metodología AROPE (at risk of poverty or social exclusion), que tiene en cuenta tres variables: (a) la población en riesgo de pobreza (calculado con el método Eurostat), (b) la situación laboral de los hogares y (c) los índices de carencia material severa, el 28,6% de los ciudadanos españoles está en situación de riesgo de pobreza o de exclusión social. De este porcentaje, el 12,5 % de los trabajadores españoles se encuentra igualmente en riesgo de pobreza o exclusión social a pesar de percibir un salario (Último informe de la OIT. Perspectivas sociales y de empleo en el mundo 2016). Si además comparamos estos datos con el resto de los países de la UE, la cifra de ocupados en riesgo de pobreza en España es tres puntos superior a la media europea. Pero... más alarmante todavía es que la tasa de riesgo de pobreza en España de los menores de 24 años, según los últimos datos del INE recogidos por la OIT,  sube por encima del 30 %.  Ante esta situación... ¿Hay que hablar de la aporofobia o no?

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