Estos días nos vamos a encontrar con que se va a hablar más de política interna de los dos grandes partidos políticos de nuestro País, pues van a realizar sendos congresos para decidir durante los próximos años quien o quienes van a dirigir la política en el seno de sus organizaciones. Lo digo en plural porque quiero pensar que todo el poder decisorio en última instancia; y la estrategia y elaboración en primera, digo que será llevado a cabo por un equipo de personas. ¡Así lo entiendo¡. No solo es importante el líder.
Con todo ello, la palabra participación se supone va a estar presente en los eventos. Los unos elegirán a la máxima autoridad política de un partido ganador de las últimas elecciones y gobernando; y los otros de un partido, que se dice también ganador, pero en la oposición. Y al decir participación, lo hago en el sentido completo del vocablo, no solo en las votaciones de unos o de otros; sino participación desde las bases en la confección de un programa, de unas ideas y no una participación de meramente espectadores y/o actores pasivos o de corrillo.
Y fíjense que el término participación aparece en el artículo 9.2 de la Constitución Española, pues “corresponde a los poderes públicos facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”. Lo digo porque hablar de participación y sobre todo en cuestiones de índole político crea una total desconfianza, sobre todo entre nuestros jóvenes, pues en los últimos veinte años se ha incrementado entre la juventud española los sentimientos de desconfianza, indiferencia e irritación hacia la política. Esos sentimientos desfavorables, son muchísimo más habituales entre la gente joven en nuestro país (98%), de lo que lo son los sentimientos favorables como el interés y el entusiasmo, según se desprende del último informe JUVENTUD 2006. Y en este sentido indicar que la mayor parte de los jóvenes (73%) no sienten que sus preocupaciones sean compartidas por los cargos políticos.
Es evidente que toda organización necesita innovar en su forma de actuar o de funcionar, como decía Deming, W. E (1990), pero también como señala este mismo autor, hay que “reinventar su propia organización”; y sumo a ello lo que decía también West-Burnham J, (1993) que “nunca se considera totalmente concluido aquel que revisa sus normas de funcionamiento, que piensa que las cosas siempre pueden mejorarse”.
De manera que, ahora es el momento si cabe, entre estas dos grandes organizaciones políticas que van a celebrar sendos congresos para decidir la política y los políticos durante estos próximos años; es la hora de tomar decisiones y llevar a cabo esos verdaderos cambios internos o renovaciones. ¡Ojo¡. Al decir renovación no me refiero a renovarse uno/a en el puesto o sillón que ocupa. ¿Ustedes ya me entienden, verdad?. Los que no lo han hecho bien, tienen que dejar paso a nuevas gentes, nuevas ideas y sobre todo insisto dar cabida a la juventud en las organizaciones y ahora sería un buen momento parar ello, pero no de boquilla sino con realidades. Si queremos que nuestros jóvenes participen y se crean la política, deben comenzar desde la base, desde el mismo seno de las organizaciones políticas.
Con todo ello, la palabra participación se supone va a estar presente en los eventos. Los unos elegirán a la máxima autoridad política de un partido ganador de las últimas elecciones y gobernando; y los otros de un partido, que se dice también ganador, pero en la oposición. Y al decir participación, lo hago en el sentido completo del vocablo, no solo en las votaciones de unos o de otros; sino participación desde las bases en la confección de un programa, de unas ideas y no una participación de meramente espectadores y/o actores pasivos o de corrillo.
Y fíjense que el término participación aparece en el artículo 9.2 de la Constitución Española, pues “corresponde a los poderes públicos facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”. Lo digo porque hablar de participación y sobre todo en cuestiones de índole político crea una total desconfianza, sobre todo entre nuestros jóvenes, pues en los últimos veinte años se ha incrementado entre la juventud española los sentimientos de desconfianza, indiferencia e irritación hacia la política. Esos sentimientos desfavorables, son muchísimo más habituales entre la gente joven en nuestro país (98%), de lo que lo son los sentimientos favorables como el interés y el entusiasmo, según se desprende del último informe JUVENTUD 2006. Y en este sentido indicar que la mayor parte de los jóvenes (73%) no sienten que sus preocupaciones sean compartidas por los cargos políticos.
Es evidente que toda organización necesita innovar en su forma de actuar o de funcionar, como decía Deming, W. E (1990), pero también como señala este mismo autor, hay que “reinventar su propia organización”; y sumo a ello lo que decía también West-Burnham J, (1993) que “nunca se considera totalmente concluido aquel que revisa sus normas de funcionamiento, que piensa que las cosas siempre pueden mejorarse”.
De manera que, ahora es el momento si cabe, entre estas dos grandes organizaciones políticas que van a celebrar sendos congresos para decidir la política y los políticos durante estos próximos años; es la hora de tomar decisiones y llevar a cabo esos verdaderos cambios internos o renovaciones. ¡Ojo¡. Al decir renovación no me refiero a renovarse uno/a en el puesto o sillón que ocupa. ¿Ustedes ya me entienden, verdad?. Los que no lo han hecho bien, tienen que dejar paso a nuevas gentes, nuevas ideas y sobre todo insisto dar cabida a la juventud en las organizaciones y ahora sería un buen momento parar ello, pero no de boquilla sino con realidades. Si queremos que nuestros jóvenes participen y se crean la política, deben comenzar desde la base, desde el mismo seno de las organizaciones políticas.
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