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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Vuelo rasante (1): Deténgase, piense y reflexione

Foto tomada en agosto en el Valle de Arán
En el mes de febrero del año pasado escribí un artículo titulado “la relación entre la vanidad y la estupidez o viceversa”. En ese artículo se mostraban los experimentos de dos científicos de la Universidad de Cornell (Nueva York EEUU): Justin Kruger y David Dunning. Ambos científicos se dedicaron a medir las habilidades intelectuales de una serie de estudiantes y les pidieron a esos estudiantes a su vez que se autoevaluaran. Los resultados fueron sorprendentes y reveladores. Los profesores de Cornell señalaron que los estudiantes más brillantes, muy superiores al resto de sus compañeros, estimaron que estaban por debajo de la media; por el contrario, los estudiantes mediocres se consideraron por encima de la media y los estudiantes rematadamente malos se mostraron convencidos de estar entre los mejores. Cuanto más inútil era el individuo más seguro estaba de que hacía las cosas bien. 
Desde que escribiera ese artículo de opinión en mi blog, comentando los aspectos tan interesantes de estos dos científicos americanos ha pasado un año y medio. Durante ese tiempo han ocurrido muchas e importantes cosas en este país. Recuerdo hace poco, mientras volaba a París, devoraba el libro El alma está en el cerebro de Eduardo Punset, al tiempo que tomaba unos apuntes que me han servido más tarde para la redacción del presente artículo. En el capítulo VI, Punset trata diversos aspectos sobre el lavado de cerebro al que estamos expuestos en esta sociedad, cita para ello las siguientes palabras de Katheleen Taylor: deténgase, piense y reflexione.

En estos momentos tan duros que vivimos en España es fundamental aplicar estas tres palabras que entrañan mucha sabiduría: detenerse, pensar y reflexionar. Algo así debió suceder en el experimento mencionado anteriormente llevado a cabo por estos dos señores. Al final Kruger y Dunning observaron un fenómeno que bautizarían como el efecto Dunning-Kruger, fenómeno psicológico por medio del cual “las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas”. La doctora Kruger señalaba en sus apuntes que las personas incompetentes desgraciadamente sufrían de un doble agravio: “no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello”. A groso modo me viene a la memoria, pues encaja perfectamente con el perfil mencionado, ciertos políticos que nos gobiernan y otros que nos han gobernado. 

Este fenómeno “El efecto Dunning-Kruger” publicado en The Jornal of Personality and Social Psychology en diciembre de 1999, se basó en dos principios fundamentalmente: Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades y estos individuos son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás. Podríamos decir que tienen una “borrachera de sí mismos” como muy bien apunta el Dr. E. Rojas, Catedrático en Psiquiatría Clínica, en su libro Adiós depresión. Si continuamos ahondando en el tema nos encontraremos con que hace acto de presencia la vanidad, una palabra que procede del latín vanitas vanitatis, que significa falto de sustancia, hueco, sin solidez. Se dice, también, de algunos frutos cuyo interior está vacío, en donde sólo hay apariencia. “La vanidad es excéntrica, es periférica, se instala en los aledaños de la ciudadela exterior”, apunta Rojas. Los casos clínicos más graves de la soberbia- señala Rojas- son aquéllos en los que la vanidad es manifiesta y notarial, se registra con una claridad absoluta, lo cual suele ser poco frecuente y pocas veces curable. Hay petulancia y presunción. El 86% de estos casos están relacionados con el efecto de Dunning-Kruger.

Esta borrachera de sí mismo tienen muchos de nuestros gobernantes, incluso en algunos casos, me atrevería a decir que enfermiza y relacionada con el efecto Dunning-Kruger. De ahí que piense que en una democracia como la nuestra en la que hemos cedido el poder a los políticos de hacer cosas que no podemos hacer los demás, se abuse de la confianza depositada, como nos indica el filósofo Fernando Savater en su último libro Ética de urgencia: “nos indigna cuando una persona que ocupa un puesto destacado actúa de manera nefasta, porque está abusando de nuestra confianza”. Claro está que si le añadimos que esas personas tienen además borrachera de sí mismos, nos da un resultado definido muy bien por Baltasar Gracián (S. XVII ) en su aforismo nº 201: “el mayor necio es el que no se considera necio pero juzga a todos los demás. Para ser sabio no basta parecerlo y creer serlo: sabe quien piensa que no sabe; no ve quien no ve que los otros ven. Aunque todo el mundo está lleno de necios. No hay nadie que crea serlo, ni siquiera que lo sospeche”. 

La última vez que escribí sobre la estupidez humana terminé con unas palabras del sabio Einstein: "Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, aunque de lo primero no estoy tan seguro". En esta ocasión para terminar y dar paso al siguiente artículo, terminaré con las siguientes palabras de Churchill: “La democracia es el pero sistema político, exceptuando todos los demás”. ….

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