En el Día de reflexión, escuché perplejo por la
radio a una trabajadora social de Médicos
del Mundo que lleva tres años formando a niños marroquíes que llegan solos a Melilla.
Esta trabajadora contó cómo fueron tratados tres menores a su cargo en un
establecimiento de la cadena McDonald´s.
El encargado no
permitió que se quedaran y les expulsó
tomándolos por delincuentes. Por desgracia, no es el único caso ocurrido en
esta ciudad y desde luego tampoco en el resto de nuestro país. Ante lo sucedido
tengo que expresar mi total indignación.
Como expresaba Sami
Naïr en Refugiados (2016): “Vientos
lúgubres que recuerdan un pasado poco glorioso, el del odio y las
persecuciones”. Desde hace años “el racismo y la xenofobia son sinónimos de
rechazo hacia los forasteros, los inmigrantes”, comentaba Naïr. Las fobias van
en aumento, como la aporofobia (miedo y rechazo hacia la pobreza y las personas
pobres), y en este día tan señalado, creo que la reflexión no debería
circunscribirse al día antes de la votación, sino a todos los días.
Me trasladé al siglo
XVII, al “siglo de las luces” en busca
de algunas ideas para aportar algo de luz a las tinieblas comentadas, a las
turbulencias políticas y a los conflictos sociales actuales, y me encontré con
Baltasar Gracián (1601-1658) y su Arte de
la prudencia, en donde en el aforismo 14 -sobre las formas y el trato- expone
que “los malos modos todo lo corrompen, hasta la justicia y la razón. Los
buenos todo lo remedian: doran el no, endulzan la verdad y hermosean la misma
vejez”. Sin duda alguna, las formas y el trato que recibieron esos menores en el
local de comida rápida mencionado es más que suficiente para reprochar su
actitud. En el aforismo 116 -tratar
siempre con gentes de principios-, explicaba Gracián que “no hay buenas relaciones
con la ruindad porque carece de virtud”. Por ello, la confrontación sin
fundamento y agresiva no es buena pasajera en el viaje de la vida. El miedo a
lo diferente que se adueña y va corroyendo poco a poco nuestras entrañas es el
enemigo público número uno. A ese es al que hay que combatir y no al más débil.
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