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viernes, 21 de abril de 2023

¿Vivimos en un estado de ansiedad permanente?

 



Joke J. Hermsen (2019), en su libro La melancolía en tiempos de incertidumbre, muestra un párrafo que precisa escribir y reflexionar: “nunca antes en la historia habíamos disfrutado de tanta prosperidad en el mundo occidental, y a pesar de ello, lo que predomina es un sentimiento cada vez más intenso de inquietud e insatisfacción que parece motivado por el miedo.” Se vive en un estado de ansiedad constante, con la sensación de que en algún momento vamos a perder algo, una sensación de incertidumbre económica (subida de los precios, pérdida de poder adquisitivo, de empleo…); crisis climática (elevación de la temperatura, escasez de agua… desertización); incluso hasta de amenaza de guerra. Por otra parte, hay una constante persecución de la prosperidad que llega a un profundo cansancio, angustia y culmina con un sentimiento depresivo. La pandemia del COVID-19 ha potenciado la fragilidad mental. Según la Organización Mundial de la Salud, los trastornos depresivos graves y de ansiedad han aumentado un 25 por ciento, y la Asociación Española de Pediatría alertaba recientemente del incremento de los casos de depresión, ansiedad y alteraciones de la conducta alimentaria en niños. Las previsiones a corto plazo es que la depresión será una de las enfermedades más comunes.

Las cifras de suicidios en nuestro país, según el Observatorio del Suicido, en 2021, (datos publicados por el INE el 19 de diciembre de 2022) indican que han fallecido por suicidio 4.003 personas en España, una media de 11 personas al día; un 75% de ellas varones (2.982) y un 25% mujeres (1.021). Así, 2021 se convierte en el año con más suicidios registrados en la historia de España desde que se tienen datos (año 1906). El Consejo General de la Psicología de España, “sitúa nuevamente este grave problema de salud pública como la principal causa de muerte externa en nuestro país.” Aunque son provisionales, dejan entrever cómo esta tendencia ascendente registrada el pasado año se ha venido manteniendo: entre enero y junio de 2022, se contabilizan ya 2.015 fallecimientos. España no posee ningún plan o estrategia específica estatal para la prevención del suicidio, tal y como indica el Observatorio ¿Es o no para preocuparse?

Los datos a nivel mundial siguiendo a Hermsen son estremecedores: alrededor de cuatrocientos millones de personas en el mundo padecen trastornos de ansiedad y estados de ánimo sombríos, “los cuales se combaten con cantidades industriales de antidepresivos. En los últimos veinticinco años se ha multiplicado por cuatro el consumo de este tipo de medicamento.” Unos antidepresivos que modifican los niveles de neurotransmisores como la serotonina o la noradrenalina, que se encuentran en niveles demasiado bajos. Sin embargo, su efectividad sigue sin estar demostrada para formas de depresión más leves. ¿Quién se está beneficiando? Sin ningún género de duda las grandes multinacionales farmacéuticas.

La ansiedad y la depresión están relacionados con el miedo, que aísla, alimenta sentimientos de impotencia y favorece los estados de ánimo depresivos. De manera que se entra en un bucle ansiedad, depresión y miedo. Sembrar miedo, comenta Hermsen, “es una empresa peligrosa, pero también una herramienta política de eficacia probada para manipular a las personas y hacer que obedezcan.” El sujeto deprimido, en opinión de Hermsen, no encaja en el ideal impuesto por el neoliberalismo del Homo economicus exultante que vive para su trabajo.

En Reflexiones sobre el problema del amor de Salomé Lou (1900), explica la autora que, gracias al amor, debido a su efecto de olvido de uno mismo nos aproxima mucho a la supresión del ego, y nos proporciona conocimiento del otro, anulando la sensación de soledad y abandono. También nos reconcilia con la muerte y nos permite experimentar la riqueza sin límites de nuestro interior. Se podría afirmar, siguiendo a Salomé, que “el amor es uno de los medios más eficaces para evitar que nuestros sentimientos melancólicos se transformen en una depresión u otros trastornos psíquicos.”

Un siglo XXI plagado con una auténtica epidemia de depresiones vale la pena reflexionar sobre estos contenidos. Es necesario, por tanto, como propone Hermsen, que nos apoyemos más en el dialogo y la atención personalizada, y menos en las pastillas. El “problema” es que el dialogo y la atención requiere tiempo, un recurso cada vez más escaso en los servicios de psiquiatría o psicología, por ejemplo. En mi opinión la apuesta por la sanidad pública tiene que ser total.

Edith Hall (2022) en su libro La senda de Aristóteles, afirma que “nuestra civilización vive obsesionada con el trabajo.” Aristóteles, nos recuerda que solo en las horas libres es “cuando puede realizarse plenamente el potencial humano”. En torno a ello, hay una reflexión interesante de Hall que nos muestra como en esa frenética búsqueda de la “superabundancia de productos básicos, la humanidad ha olvidado por completo la razón y el propósito de la vida, e incluso ha comenzado a inventar nuevas necesidades para justificar la cantidad desproporcionada de tiempo dedicado al trabajo fabricando productos innecesarios.” Por su parte, Thoreau, sostiene que “el buen uso del ocio en una sociedad ideal sería el objetivo principal de la educación, y su enfoque no podía ser más moderno”. En respuesta a Thoreau, Hall le indica que “la falta de preparación para emplear el tiempo libre es la adición al trabajo, un síndrome que se puso en evidencia tras la Segunda Guerra Mundial.”

Me parece muy bien que, en nuestro país, por fin, se esté experimentando en la reducción de las 40 horas semanales y en su lugar sean 32 con el mismo salario. Dedicamos muchas horas a trabajar y pocas horas a nuestros seres queridos y a nosotros mismos. No obstante, debemos tener en cuenta el comentario que hace Victoria Camps en su libro Virtudes públicasLa reducción del tiempo de trabajo no es un objetivo emancipador si no va unida a la reducción de la esfera de actividades económicas y mercantiles en provecho de una expansión de la esfera de las actividade desarrolladas por sí mismas, por gusto, placer, vocación, pasión, amor. 

Es necesario un debate en profundidad sobre el tema, ¿no creen?