En diciembre de 2020
escribí “envejecer es positivo” un artículo que podéis consultarlo en mi Blog.
En el artículo hice mención al túnel desconocido y apasionante que
supone envejecer. Desconocido, porque no nos han enseñado nada sobre el
envejecimiento, ni en la escuela, ni en el instituto ni en la facultad. ¿O me
equivoco? Un envejecimiento apasionante, porque frente a lo desconocido depende
de nosotros que sea emocionante o se convierta en un calvario.
Cicerón (106-43 a.C.) en
su breve tratado Sobre la vejez, explica que es una fase natural de la
vida y ha de vivirse con naturalidad, diseñada por la naturaleza; y su vivencia
“va a depender de la virtud con la que se haya vivido el resto de la vida.”
Quiero poner el ejemplo de cómo entiende la vejez el actor y director de cine Clint
Eastwood, que en una entrevista reciente le preguntaban su secreto para seguir
activo y brillante a su edad (93 años cumplirá el 30 de mayo) y respondió: “Cuando
me levanto todos los días, no dejo entrar al viejo.” ¡Cuánta razón tiene!
Explicaba Eastwood que su
secreto es estar ocupado y no dejar entrar al viejo. “Ese viejo que
nos aguarda, apostado y cansado a la orilla del camino para desanimarnos.” Un
viejo hostil, gruñón, criticón y envidioso. Efectivamente, no hay que dejar
entrar al espíritu viejo que habita en nuestro interior, que escudriña en el
pasado para vomitar la rabia y las angustias pasadas. No podemos quedarnos en
la queja constante. Recuerdo que Rafael Santandreu, en El arte de no
amargarse la vida, explica que “no nos afecta lo que nos sucede, sino lo
que nos decimos sobre lo que nos sucede”.
La gran mayoría de las veces son cuestiones banales, sin importancia
pero que nosotros las magnificamos; o mejor dicho las terribilizamos,
como afirma Santandreu: la terribilitis es la madre de todos los
trastornos emocionales.
Es muy importante, apunta
Eastwood en la entrevista, mantener el entusiasmo por la vida y eso depende de
nosotros, de nuestra actitud, mentalidad y de nuestros hábitos diarios. “No
permitas que tu fecha de fabricación, marque la ilusión y ganas por
la vida.” Cabe recordar que Cicerón,
explicaba que la vivencia de la vejez depende del carácter del individuo, el
que es un “cascarrabias” de joven y de adulto, continuará siendo un
“cascarrabias” de mayor.
El yugo de la
incertidumbre debido a los profundos cambios que se están produciendo provoca
que no paren de incrementarse los cuadros de ansiedad, explica el doctor Mario Alonso
Puig (2018) en su libro Reinventarse. Sin embargo, no vamos a estar
lamentándonos todos los días y a todas horas, mejor pensar en cómo ocuparnos de
resolver los problemas que en preocuparnos. Como decía Albert Einstein, “ningún
problema importante puede ser resulto desde el mismo nivel de pensamiento que
lo generó”. Frente a la ansiedad se
recurre al mindfulness, a retiros espirituales, a la psicología cognitiva, a
yoga, taichi, caminar, etc. Una manera de mejorar nuestro estado de ánimo, la
capacidad de concentrarnos, la eficiencia y la salud se consigue según el doctor
Puig al “cerrar los ojos entre diez o veinte minutos después de comer tiene un
efecto beneficioso demostrado en múltiples estudios.”. Es tan sencillo como
buscar para nosotros esos diez o veinte minutos al día.
Centenarios
Héctor García y Francesc
Miralles (2018), en su libro El método Ikigai nos cuentan cómo tras
visitar la “aldea de los centenarios”, un pueblo rural al norte de Okinawa con
el mayor índice de longevidad del mundo, descubrieron que el secreto es tener
una “razón de ser” que nos procure la felicidad de estar siempre ocupados:
“Cuidar de las amistades, una alimentación ligera, descansar adecuadamente y el
ejercicio suave formarían parte de la ecuación de la salud, pero en el centro
de esa joie de vivre, la alegría de vivir.” Efectivamente esa
alegría de vivir es la llama que hemos de mantener encendida toda nuestra vida.
Recuerdo el énfasis que ponía en sus palabras José Luis Sampedro al referirse a
la vida: “Tenemos la obligación de vivir”
Por último, quería citar a José María Riera porque en su libro Contra la tercera edad por una sociedad para todas las edades (2005), sostiene la idea que comparto de conseguir una sociedad que posibilite “la integración de todos sin que la edad sea un factor de discriminación o exclusión”. No es baladí esa idea y hoy más que nunca. De esa exclusión trata Adela Cortina (2022) en Ética cosmopolita y pregunta la autora si “es verdad que la vejez es el tiempo de la amargura, del cansancio y del exilio”; o quizás se trate de un “estereotipo que tiene consecuencias injustas e indeseables en la vida corriente”. Para responder Cortina nos recuerda su artículo publicado en El País “Desenmascarar la gerontofobia” en donde explica cómo la epidemia del Covid-19 ha sacado “a la luz algunas de las tendencias ya entrañadas en la sociedad.” Es el caso de la gerontofobia que se refiere, según Cortina a la “prevención, el temor, la aversión o el desprecio hacia los ancianos.” ¿Es posible que se esté dando ese desprecio? Lo dejo aquí para reflexionar…y más adelante retomar.
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