Basta mirar a nuestro alrededor para ver qué actuación no ha de tener ningún partido político: nadie debería utilizar la política para enriquecerse. Sin embargo, tenemos múltiples ejemplos de esta mala praxis. En las noticias, se publican diariamente tropelías que llevan cometiéndose desde hace mucho tiempo en la Comunidad Valenciana:
En la causa, dentro de la cual han sido detenidas esta semana 24 personas e imputadas un total de 29, se investigan pagos de mordidas por parte de empresas que contrataban con la Administración, pero también de mercantiles que prestaban servicios al partido. Entre estos últimos, el transporte de militantes en autobuses a la plaza de Toros de Valencia, espacio de los grandes mítines electorales en las campañas populares en la comunidad autónoma (El País, 28 Enero 2016)
Este es un ejemplo publicado recientemente; pero, hay muchos más, según los investigadores. Estos actos delictivos se llevan efectuando desde hace años, con el consentimiento o pasividad de políticos y votantes. Como dice Adela Cortina en su libro ¿Para qué sirve realmente la ética?:
Lo que sí es verdad es que mucho de lo que está pasado podría haberse evitado si personas con nombres y apellidos, entidades y organizaciones con un nombre registrado hubieran actuado siguiendo las normas éticas que les corresponden, explicitas o implícitas.
El Partido Socialista, si quiere gobernar y ganarse la confianza de sus electores, tiene que ser un ejemplo en valores. Si el Partido Socialista quiere ser referente social y electoral, los valores, tales como la honestidad, la transparencia, la responsabilidad, etc., importan y mucho. Deben tomarse las riendas de la situación porque, como señala Adela Cortina (2014): “ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y políticos siguen proliferando con toda impunidad”.
Sin una innovación permanente, según Gary Hamel, el éxito es efímero. El Partido Socialista no puede estar anclado en estructuras organizativas de hace años; no puede seguir modelos que están pasados de rosca; no puede cobijar personas que están haciendo de la política su profesión, sin dejar paso ni a otras personas, ni a nuevas ideas. Y no se trata de utilizar las redes sociales, la innovación tiene que ser más profunda: además de en tecnología, se debe innovar en contenidos. Si el desempleo, la pobreza, la desigualdad o la violencia de género son algunos de los temas que más preocupan a nuestra sociedad, ¿por qué el Partido Socialista no ha creado estructuras participativas para estudiar a fondo dichos problemas e intentar encontrar soluciones?
Si nuestra juventud está maltratada, solo hay que ver los datos del paro juvenil (más del 50%), abandono escolar (20%), emigración de jóvenes (Según la prensa europea, alrededor 300.000 jóvenes españoles formados han abandonado el país desde 2008 hasta el 2011) en busca de trabajo de cualquier trabajo, porque aquí, en España, no hay futuro, ¿por qué no se crean plataformas participativas para debatir este grave problema e idear acciones para su resolución? Hace tiempo, en mi blog personal, expuse la conveniencia de la creación de un Ministerio de la Juventud, que trabajaría para resolver muchos de los problemas que están padeciendo los jóvenes. Hay que atreverse y dar pasos hacia adelante innovando. Hay que reinventar la innovación, como decía Edison: el futuro depende de la innovación.
Si el Partido Socialista quiere ser referente social y electoral, la innovación tiene que estar presente en sus programas, ya que, según Hamel, “toda organización debe enseñar a su gente a observar el mundo que le rodea con una mirada fresca”.
Con valores y sin miedo a la innovación, conviene igualmente poseer una gran adaptabilidad puesto que es una pieza clave en cualquier organización. El socialismo necesita urgentemente una locomotora que tire de los vagones del partido que lleva legislaturas perdiendo velocidad e incluso perdiendo más de un vagón. En esta misma línea, conviene no descuidar las demandas de nuestros jóvenes. Unos jóvenes, cada vez más exigentes, que no conciben ni aceptan ciertas prácticas políticas propias del pasado (sólo hay que repasar los datos de los informes de Juventud). Nuevas expresiones de pluralismo político han surgido transformándose en un tejido asociativo, en el que participan cada vez más jóvenes, que defienden o reivindican intereses concretos, identificados en su gran parte con el pensamiento progresista. Por tal motivo, el socialismo debería ser capaz de establecer formas flexibles de relación con estos jóvenes. Si el Partido Socialista quiere ser referente social y electoral, la adaptabilidad de cara al futuro importa y mucho.
Sin pasión por las cosas, poco se puede hacer. Sin duda alguna, como muy bien expone Gary Hamel, “en los negocios como en la vida, la pasión es lo que establece la diferencia entre insípido e inspirado “. Considero que la pasión debe impregnar, tanto el programa como los líderes del socialismo.
Las personas tienen que ser lo primero para los líderes y para el programa socialista. Ningún líder puede permanecer pasivo e indiferente ante los desafíos que supone comprometerse con los ciudadanos en las tareas de crear el futuro. Si el Partido Socialista quiere mejorar el nivel de compromiso con los ciudadanos, debe empezar por reconocer que si los ciudadanos no se muestran animados, apasionados y entusiasmados, es porque la dirección del partido falla.
Cuando los partidos políticos colocan sus intereses y el de los de sus líderes antes que los intereses de sus electores, sacrificando la seguridad económica del país por una ventaja política a corto plazo, se cae en la desconfianza. En estas circunstancias, las instituciones de gobierno serán objeto del desengaño por parte de la población. Igualmente, aquellos líderes, que tratan a sus ciudadanos como si fueran recursos sobrantes al tiempo que se embolsan enormes bonificaciones, o recortan beneficios mientras conservan sus propias y esplendidas gratificaciones, no pueden ser vistos con buenos ojos. El socialismo del futuro tiene que ser apasionado en sus ideas y huir de las pasiones cercanas a la codicia dentro del poder.
Por último, lanzo las mismas preguntas de Hamel: ¿Por qué nuestras organizaciones parecen menos adaptables, innovadoras, animadas y nobles que la gente que trabaja en ellas y qué es lo que dilapida todo ese potencial humano? La respuesta es una ideología de gestión que endiosa el control. “El problema es que, en un régimen donde reina el control supremo, aquello que destaca queda aplastado”, señala Gary Hamel.
El reto del socialismo es ser de nuevo, para las grandes mayorías sociales, el instrumento político situado a la vanguardia de los esfuerzos para lograr nuevos avances sociales y políticos. Para conseguir este reto, se debería, a mi entender, cambiar en la misma dirección y ritmo que las aspiraciones ciudadanas de los sectores más dinámicos de la sociedad. Una de las claves para esa proximidad al ciudadano es precisamente profundizar en la participación, abriendo nuevos cauces de participación política y de avances sociales. El Partido Socialista debería convertirse en un partido democrático de participación absoluta. La medida que ha tomado recientemente su líder a nivel nacional, Pedro Sánchez, abre una vía muy interesante al romper esquemas tradicionales.
El Partido Socialista tiene que reorientarse, en su proceso interno, hacia una profundización de los mecanismos de participación. En el plano externo, la dirección del partido debe conseguir una mayor permeabilidad en las relaciones con el conjunto de los ciudadanos, ya que la sociedad es cada vez más compleja y diversa; debe buscar fórmulas para recuperar la práctica ateniense de participación en las relaciones del “cara a cara”.
Referencias
Adela Cortina. ¿Para qué sirve realmente la Ética? Paidos, 2014
Gary Hamel. Lo que ahora importa. Deusto, 2012
Muy bien Antonio por esa combinación entre lo que es una empresa y un partido politico, porque es muy cierto que las estructuras innovadoras para su permanente crecimiento son las mismas en esencia.
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