Estos días estoy
leyendo un libro sobre la vida y el pensamiento del filósofo británico Bertrand
Russell, sobre todo las referencias a la Educación, que son clave para este
filósofo. Pero en este artículo quiero recordar algunas de las menciones que
hace sobre la guerra. Tal vez por ello es muy contundente en sus comentarios y
tal vez nos interese por su actualidad
Como millones de
personas el filósofo Bertrand Russell (1872-1971) sufrió las dos grandes
guerras mundiales. En su obra Elogio a la ociosidad (1956), explica que
“actualmente el mundo está lleno de grupos iracundos y egocéntricos, incapaces
de considerar la vida humana como un todo, y dispuestos a destruir la
civilización antes que retroceder una pulgada.” Imagino estarán pensando lo
mismo que un servidor: cuánta razón tenía Russell, aunque tengo que reconocer
que me produce escalofríos.
A medida que
profundizo en el pensamiento de Russell, me llama la atención algunos de sus
comentarios sobre la guerra. En 1958, escribió el artículo: “El papel de la
ciencia en la educación”, en donde manifiesta lo positivo, pero también lo
negativo de la ciencia, y muestra que los descubrimientos de la ciencia moderna
“han puesto en las manos de los gobernantes poderes sin precedentes tanto para
el bien como para el mal.” Russell en su Autobiography confiesa que, durante
los años 40 y los primeros 50 del siglo XX, se hallaba en estado de confusa
agitación precisamente debido al problema nuclear.
Explica David
Ortega (2003), en su libro Educación, libertad y tolerancia, que en 1955
Russell ofreció una conferencia de prensa en Caxton Hall-Westminster, para dar
a conocer un manifiesto, firmado por un grupo de científicos sobre el armamento
nuclear en el que se proclamaba, entre otras que: “los científicos deberían
hacer que el público y los gobiernos del mundo sean conscientes de los hechos
mediante una gran campaña popular […] en estos momentos considero que es un
deber hacer que el público conozca la situación.”
Russell, presidió
la primera conferencia entre científicos del Este y del Oeste que se celebró en
1957 en Pugwash, y se llamó Conferencia Pugwash de Científicos. De ahí
surgió el Tratado de Limitación de Pruebas Nucleares por el que se
prohibían parcialmente las pruebas sobre superficie en tiempos de paz. En 1959,
Russell escribió La guerra nuclear ante el sentido común, en un esfuerzo
por evitar el daño que supondría una contienda con bombas de hidrógeno a gran
escala.
Desde entonces han
transcurrido casi 65 años y cabe preguntarse: ¿Dónde está la responsabilidad
social de los científicos? ¿Tenemos ahora motivos para estar más preocupados
por la energía nuclear? ¿una guerra nuclear acabará con nuestra civilización? La
respuesta es sencilla porque la situación actual en el mundo es muy
preocupante, sobre todo a partir de la invasión de Ucrania por Rusia; la ruptura
unilateral del compromiso del armamento nuclear por parte soviética; y la
actitud de China a la espera de la mínima acción de EEUU en Taiwán para
emprender una acción bélica.
Por último, el
filósofo y sociólogo francés Edgar Morin (2021), “echa en falta la capacidad de
afrontar los problemas fundamentales y globales del individuo, del ciudadano,
del ser humano”. La proliferación de las armas nucleares y su descontrol son un
gran problema. Hay que salir a la calle y manifestarse, llenar las plazas y las
calles de gente con pancartas exigiendo que paren las hostilidades o de lo
contrario paramos todo, porque estamos en una nueva y escalofriante guerra fría
a nivel mundial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario