Hace unos días estuve en Collioure (Francia). Un pueblo a orillas del Mediterráneo que rebosa encanto: con su viejo castillo presidiendo la población, sus pequeñas playas con turistas bañándose y paseando disfrutando de las vistas, haciéndose fotografías por todas partes; el olor del mar embriagándonos; entre sol y sombra un grupo de vecinos jugando a la petanca. Pero Collioure guarda en las entrañas de su cementerio un tesoro: los restos de Antonio Machado, de nuestro poeta, del poeta universal.
La visita al cementerio me impresionó. Me emocionó estar en aquel lugar. Nada más entrar en el cementerio a primera vista destaca su tumba, sencilla, donde descansan en paz sus restos. Una bandera republicana, algunos objetos recordando al poeta y un sencillo buzón para depositar cartas, palabras escritas, reflexiones o poemas… Un lugar lleno de encanto a pesar de la tristeza que rodea la muerte, a pesar de la ausencia del ser querido.
Antonio Machado nació el 26 de julio de 1875 en Sevilla. Fue el segundo de tres hermanos de una familia de ideología liberal. Dejó un gran legado dentro del Modernismo español y formó parte de la denominada Generación del 98, siendo elegido miembro de número de la Real Academia española. Con el estallido de la Guerra Civil marchó a Valencia. En 1.937 publicó su última obra, La guerra. Con la derrota del ejército republicano en 1939 huyó de España pasando por Barcelona. Se exilió en Collioure (Francia).
El 22 de febrero de 1939 murió el poeta y tres días después su madre. En su bolsillo se encontró este verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”
Sirvan estas palabras para rendir un sentido homenaje al poeta Antonio Machado
El 22 de febrero de 1939 murió el poeta y tres días después su madre. En su bolsillo se encontró este verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”
Sirvan estas palabras para rendir un sentido homenaje al poeta Antonio Machado
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